viernes, febrero 23, 2007

Bitácora de Excursión
Día 3

Después de haber pasado una noche de perros y con un desasosiego bárbaro, el amanecer comenzó a rayar con un inusual silencio en los alrededores del campamento. Pareciera como si a toda la escena alguien hubiese presionado el botón “mute” del control remoto. No se escuchaba ni pío. El silencio lo rompió Yenni, quien sabiendo que estaba despierto, se animó a hablarme y pedirme que le acompañara a salir al baño pues le urgía tremendamente. Jejje, a pesar del sub-polar clima que predominaba en la atmósfera interna de la tienda, me armé de valor y comencé a ponerme las botas y las perneras de nieve. Cuál va siendo la sorpresa al salir de la tienda, que todo el piso alrededor nuestro estaba literalmente “hinchado”. Dado que en la noche lloviznó bastante, las bajas temperaturas que probablemente hubieron oscilado por los -10º C, congelaron toda el agua que se alcanzó a infiltrar levemente en el suelo de barro que había en las inmediaciones del lugar, por lo que al congelarse esa agua, levantó una capa de lodo de algo así como 7 centímetros. La escena se veía como si una gran masa de “nieve de chocolate” rodeara nuestro asentamiento. Bien, repuestos del inusual y sorprendente descubrimiento, y habiendo desahogado nuestras urgencias fisiológicas, decidimos salir disparados a la tienda para guarecernos de las gélidas temperaturas que aún imperaban en la zona.

Ahí permanecimos dormitando todavía un buen rato guarecidos en nuestros sleeping bag hasta que, más tarde, otra sorpresa nos alentaría a salir. Un potente rayo de sol atravesaba el techo de nuestra tienda, prometiendo un poco de descanso de las bajas temperaturas y de las lloviznas continuas que se habían dejado sentir desde que llegamos al lugar. Salimos de nuestra tienda y para sorpresa, el cielo se había despejado rápidamente, dejando de lado el monótono color gris que lo había caracterizado los últimos días y mostrando una explosión de azul brillante majestuoso. Rápidamente el personal se reincorporó y al unísono sacamos cacharros para almorzar, simultáneamente, decidimos poner a secar toda la leña que pudiéramos para no pasar altercado alguno cuando oscureciera. Habiendo hecho esto mi hermano me informó que, dado el respiro climático que predominaba ese día, pensaba prudente curar sus heridas y descansar ese día. Aunque sonaba perder valiosas horas de camino para poder llegar a nuestra meta ese día, no me podía negar dadas las circunstancias que habían prevalecido hasta el momento. Juan Carlos, Gaby, Yenni y yo aprovechamos esa alba para explorar los alrededores, arreglar y deshacer el mundo y discutir los detalles del itinerario del próximo día.

La verdad lo único relevante de esa jornada fue que la temperatura subió por lo menos hasta unos 10ºC y estuvo sumamente agradable. Bastante leña que habíamos apilado desde el día pasado se secó a satisfacción, así que aseguramos la fogata de la noche. Juan Carlos y Gaby tuvieron oportunidad de secar varias prendas que por alguna circunstancia se habían empapado en los días anteriores. Yo tuve oportunidad de inspeccionar mi equipo, checar las baterías de mis aparatos y reordenar la despensa que se iba consumiendo para re-acomodarla en mi wet bag. Llegó la hora de comida y en la “sobremesa” estuvimos bromeando con la cámara de video de Juan Carlos haciendo una parodia de la película de horror “Viernes 13” donde curiosamente unos inocentes y desenfadados campistas mueren víctimas del hacha sanguinaria del psicópata que siempre aparece en situaciones como esta, jejeje ya se, puras tonterías. También tuve oportunidad de sentarme y escribir con calma las ideas principales de los acontecimientos de los días anteriores para la redacción de este blog y poner en orden algunas notas que garrapatié al azar en mi “palm análoga”. El día transcurría con verdadera calma y pude apreciar que necesitaba ya un descanso del ajetreo diario. Después de todo el día de flojera rampante nos dedicamos a confeccionar la fogata y poco antes de caer la noche, ya teníamos el bracero a todo lo que daba.

Fue justo antes de ponernos a cenar cuando la temperatura comenzó de nuevo su brusco descenso y pudimos notar cómo rápidamente el cielo se volvía a cerrar en una espesa capa gris de nubes. Después de la cena, y de haber lavado los cacharros en el arroyuelo cercano, la temperatura volvió a recrudecerse, yo pude percibir que tenía empapado el gorro y la superficie de mi chamarra con una fina capa de rocío, por lo que no dudamos en dar por concluidas las acciones del día y retirarnos a nuestros aposentos. Otra tormenta se desató justo unas horas después de habernos instalado en la comodidad de nuestros sleeping bags y de ahí no pararía…
Continuará…

martes, febrero 13, 2007

Bitácora de Excursión

Hola! aquí les dejo una secuencia mental de la historia detrás de las ampollas de mi carnalito que, dicho sea de paso, nos aguaron el viaje. Jejejejejjejejeje ni modo carnalito, se vale el balconeo, aquí se los dejo, disfrútenlo.

Garrison

domingo, febrero 04, 2007

Bitácora de Excursión
Día 2
Parte 2

Desde el levantón que nos daría el bien ponderado e Indianajonezco Samuel, habríamos de recorrer a bordo de su pick-up la no despreciable cantidad de 10 kms. Entre tumbos, salpicaduras de lodo y bravas sacudidas llegamos hasta una bifurcación del camino en donde, de un lado había una señalización que claramente se leía “Guagueyvo 20”, la ruta de terracería que formaba el otro extremo de la “Y” no la marcaba alguna señalización o nomenclatura que indicara el destino a llegar. Samuel detuvo su camioneta, con una señal nos dijo que el “aventón” había terminado y nos indicó que si nos dirigíamos a Guaguachique tendríamos que recorrer el camino no marcado, y que el poblado ya estaba a tiro de piedra. A mi hermano y a un servidor nos pareció harto extraña la indicación, puesto que hace dos años de nuestra visita no había ese tipo de señalizaciones ni que el camino se dividiera de manera tan abrupta y dispar, pero “dos años son dos años, quizás las cosas han cambiado bastante por aquí” –pensamos- “además, Samuel ha de conocer la zona más que nosotros, quizás él trabaja en el aserradero y ya está familiarizado con los rumbos de esta región” –razonamos- sin más, decidimos recorrer el camino no marcado a pesar de que mi señal interna de alerta parpadeaba sin cesar. Asumo que la de mi hermano también se activó, pero como los razonamientos antes expuestos eran abrumadoramente lógicos y plausibles, decidimos ignorar la alerta y comenzamos a caminar, caminar y caminar.

Cabe mencionar que todo el trayecto que recorrimos en la pick-up, la fina lluvia que sutilmente nos había acompañado no lo hacía más, hasta unos minutos después de habernos apeado del transporte y reanudar la caminata se pudo percibir su presencia, y en poco tiempo ya la teníamos encima de nuevo pero con menos intensidad que la que habíamos dejado atrás. Afortunadamente la “ducha” duró solo unos minutillos y tan repentinamente como empezó, así también se fue, dejando una gélida sensación en su lugar; había comenzado a helar de nuevo y cada vez se dejaba sentir el brusco cambio de temperatura por medio del viento que a ratos nos latigueaba con efímeras y bruscas ráfagas.

Apenas habíamos recorrido algo así como dos kilómetros, una pick-up cuya caja rebosaba de lugareños protegidos con gruesas cobijas se nos emparejó y el conductor asomando su cabeza con una curiosidad y asombro reflejado en su rostro nos examinó de pies a cabeza y acto seguido nos preguntó el destino al cual queríamos llegar. Nos detuvimos por un momento y recobrando el aliento le respondimos que a Guaguachique, mi hermano le preguntó que cuánto faltaba para llegar, inmediatamente una sonrisita auguró las malas nuevas, “El poblado al que llega este camino no es Guaguachique, se llama Lagunillas…” -- aseveró con mucha seguridad -- “ …y para Lagunillas faltaba todavía bastante. Más atrás está un camino que lleva a Guagueyvo, está marcado en una señalización, siguiendo ése llegarán a Guaguachique”.

Con unas caras de desconcierto (que imagino seguramente habrían ganado un concurso) nos miramos entre todos, agradecimos la información patrocinada por nuestro incidental amigo quien sin más partió presuroso. Al unísono comenzamos a despotricar en contra del buen samaritano que nos había dejado en la citada bifurcación, jejeje ¡pobre Samuel pero si se lo merece! Jejeje. Y habiendo desahogado nuestra frustración con un apaleador y florido lenguaje de carretonero en contra del buen Sam, dimos por inútilmente invertido el esfuerzo y no tuvimos más remedio que silenciosamente dar media vuelta y reanudar la marcha.

Para colmo de males, de nuevo mi hermano comenzó a quejarse de sus castigadoras ampollas y advirtió que no seguiría más por el día, ya que había aguantado lo más posible y necesitaba realizarse una curación y reponerse si queríamos seguir hasta el final de la aventura, así que todos asentimos sin chistar y comenzamos a buscar por el desandado camino un lugar para plantar el campamento. Mientras dábamos la vuelta pudimos ver en una colina un ranchito con varias casas y corrales.

Fijamos el campamento como a un kilómetro desde el punto de retorno, muy cercano al camino y a una corriente de agua. Se notaba que ahí se abastecían los lugareños de leña, pues podían notarse varios árboles derribados por hacha y algunos trozos grandes de madera esparcidos por aquí y allá. Otra cosa que notamos fue que en algunas partes de los alrededores se conservaban unos lunares de nieve de aproximadamente 4 o 5 metros de diámetro, y de unas 3 pulgadas de espesor, señal de que la nevada que había caído en días anteriores había estado bastante buena. El campamento lo comenzamos a armar y ahora tuvimos la precaución de crearle un techo a los troncos que recogimos para posteriormente emplazar la fogata, pues se avecinaba una noche bastante gélida y con bastantes probabilidades de que cayera otro chaparrón. Aunque la mayoría de los troncos estaban húmedos, los apilamos de manera que pudieran secarse en un corto plazo, desgraciadamente no fue suficiente tiempo para tener lista una hoguera para esa noche. Habiendo instalado y acondicionado las carpas para pernoctar en el lugar, comenzamos a preparar nuestra merecida merienda.

En eso estábamos cuando pudimos ver cómo otra pick-up aparecía por el camino y se detenía a un par de metros de donde estábamos. De la ventanilla emergió la figura de un señor que amablemente nos preguntaba qué hacíamos ahí; pudimos percibir la misma cara de asombro y curiosidad que vimos en el otro personaje que había pasado un par de horas antes. Caí en cuenta que para esta gente parecía descabellado andar por esos páramos a sabiendas del temporal que se avecinaba; si bien la ropa, el sleeping bag y la tienda de campaña que llevaba cubría en toda forma la función de protegerme del gélido clima, podía sentirse que la situación estaba tornándose seria. Entre un par de chascarrillos el amable personaje nos ofreció estancia en su rancho, ya que quedaba muy cerca de donde estábamos y contaba con suficientes habitaciones para poder acogernos (y adivinen, resultó ser nada más y nada menos que el dueño del ranchito que vimos varios cientos de metros atrás en la colina). Agradecimos la evidente atención y preocupación por parte de esta persona, nos despedimos y pronto vimos cómo su camioneta se perdía en la espesura del bosque.

Comentamos como chascarrillo que dadas las condiciones climáticas que se estaban dejando sentir, probablemente le tomaríamos muy en serio su propuesta y volvimos a nuestros asuntos (¿quien iba a pensar verdad? Jejejeje). Mientras comíamos mi hermano me informaba que la situación con su pie parecía ser más grave de lo que él había pensado, por lo que analizaría la situación al siguiente día para ver qué tipo de acciones convendría hacer.

Mi preocupación comenzó a hacerse más grande pero confiaba que el carácter meticuloso de mi hermano saliera a relucir y pudiese reponerse de ese inconveniente de manera rápida. No por nada había llevado un botiquín mucho más completo del que traíamos en nuestros bolsillos de supervivencia, además que para armarlo lo estuvieron asesorando los doctores y enfermeras compañeros de trabajo. La noche cayó rápidamente y con ella el frío comenzó a recrudecerse. Pronto recogimos todos los cacharros de la comida y tuvimos que retirarnos a nuestras respectivas tiendas para afrontar la gélida noche. Al poco rato de habernos instalado dentro de nuestras carpas se dejaron sentir unas lloviznas que a mi parecer sonaba como agua-nieve pues la temperatura estaba bajando drásticamente. La mentada llovizna continuó intermitentemente hasta bien entrada la madrugada, para después cesar por completo. Lo recuerdo muy bien, dado que esa noche tuve un sueño intranquilo y me despertaba en lapsos de media a tres cuartos de hora. Viéndolo en retrospectiva, mi intranquilidad radicaba en lo frágil que se estaba volviendo las situación y que a mi parecer podría salirse de control en un santiamén. Como dije en la introducción, las lesiones y el clima son dos aspectos que se deben de tratar con sumo cuidado, y las decisiones que se tomen deben ser para salvaguardar la integridad de la persona dañada, así como la de los demás miembros de la excursión. Otra de las cosas que me preocupaba era el llegar. Pero si para lograrlo tendríamos que llegar hechos harapos, no iba a tener tampoco chiste, iba a ser como una victoria pírrica. En fin, que mientras le daba vuelta en mi cabeza a esas reflexiones por fin pude conciliar el sueño teniendo claro que lo que se avecinare, tendría que afrontarlo con cautela y mente fría.
Continuará…

jueves, febrero 01, 2007

Bitácora de Excursión
Día 2
Parte 1

Me desperté en la madrugada como eso de las 3:00 a.m., la razón fue un extraño “ruido blanco” que comencé a escuchar entre sueños. Para mi sorpresa y mientras iba cobrando conciencia me di cuenta que se trataba de una fuerte lluvia que al parecer tenía rato de haberse desatado. Inmediatamente me vino a la mente la fogata (que para esas alturas obviamente ya había sido víctima del chaparrón) así que no hallándole remedio a eso sólo me restó arroparme con mi sleeping y tratar de conciliar el sueño nuevamente, lo cual logré media hora después. El mismo ruido blanco que generaba las diminutas gotas que acribillaban nuestra tienda me llevaron lentamente a los brazos de Morfeo, hace muchísimo tiempo que no sentía esa paz y arrullo que logra dar la naturaleza y sólo ella, así que me dejé llevar hasta que de nuevo me sumergí en un profundo sueño.

Una de las cosas que alcancé a percibir antes de quedarme profundamente dormido, fue el intenso frío que había en la atmósfera interna de mi tienda, ya que mi pasamontañas presentaba algo de condensación de la humedad, al igual que algunas partes externas de mi sleeping bag. Calculo que la temperatura exterior estaba en algunos grados apenas sobre cero.

Varias horas después (como a las 8:00 a.m.) nuevamente fui despertándome lentamente y me di cuenta que el techo de la tienda era golpeado por esporádicas gotas de agua, por lo cual deduje que la lluvia había cesado y el goteo era ya sólo el efecto de el agua residual atrapada en las hojas y ramas de los árboles que nos arropaban, comencé a escuchar un leve murmullo de viento que hacía que las ramas de los árboles cercanos se mecieran pesadamente. Fue cuando recordé que no habíamos tapado la leña que juntamos el día anterior, así que ni modo, adiós calefacción. Nos conformaríamos con la llama de la hornilla mientras cocináramos, pensé. Al tiempo que me iba desamodorrando, escuché unos breves murmullos que provenían de la tienda de mi hermano, por lo que me percaté que ya se habían despertado. Apuré a Yenni para que hiciera lo propio y pronto ya estábamos preparados para salir al exterior. Una bofetada de viento gélido me recibió apenas abrí el zipper del lobby de acceso a mi tienda y me percaté que el fresco que cayó la noche anterior aún imperaba reforzado por el viento. Apresurándonos fuimos al río a lavarnos y tan pronto como terminamos nuestro aseo, acondicionamos la hornilla para preparar una bebida caliente que nos aliviara de tanto frío. Pronto mi hermano y Gabriela salían de su carpa preparados para desayunar y en un dos por tres ya todos teníamos nuestro chocolate caliente a la mano brindando sarcásticamente por haber “sobrevivido” a esa noche. Poco a poco el viento fue disminuyendo hasta convertirse en una esporádica y gélida brisa, así que volvió todo más fácil para cuando tuvimos que desmontar el campamento y prepararnos para partir. Aunque la lluvia había cesado, decidimos ponernos nuestros trajes de nieve por si nos sorprendiese en el camino la lluvia o la misma nieve. Mi hermano aún se quejaba de su pie, por lo que tomamos la decisión de irnos a un paso lento pero constante para ver qué tanto aguantaba. Antes de que acabara ese día el padecimiento de mi carnalito crecería exponencialmente hasta no permitirle caminar más.

Habiendo terminado de desayunar y de desmontar el campamento, como a eso de las 10:00 a.m., partíamos del punto en el que habíamos acampado y reanudábamos la caminata. El cielo cambiaba repentinamente de apariencia, y algunas veces se veía amenazadoramente nublado como si fuese inminente la descarga de todo su contenido y a ratos se podían ver retazos de nubes y niebla viajando a gran velocidad a través de las crestas de los cerros y montañas aledañas. El paisaje no dejaba de presentar un concierto visual y en lo personal me sentía como pez en el agua. El frío rozando mi cara y el olor a pino que inundaba el ambiente era la gasolina que me permitía seguir a pesar de la carga que tenía que transportar a través de las grandes pendientes y las resbaladizas bajadas.

Después de haber caminado unos cuantos kilómetros comenzamos a notar que una brisa imperceptible se convertía en una lluvia caladora, y toda nuestra humanidad comenzaba a sufrir los estragos de la gélida y fina agua que caía constantemente y en aumento. En ese punto del día mi carnal confesó que ya no aguantaba su pie, que la última vez que había revisado la situación, se había percatado que tres grandes ampollas se habían reventado y que iba caminando prácticamente sobre carne viva. Esa confesión me pareció que daba al traste con todo lo que habíamos logrado, aunque habíamos avanzado un buen tramo, aún faltaban dos terceras partes que recorrer y si el clima seguía de esa manera, lo más prudente sería detenernos y esperar a que el temporal pasara y de plano perder el día de caminata y acampar, puesto que una cosa es soportar frío extremo, pero la otra sería soportar el frío extremo más el riesgo de empaparse lo cual podría habernos traído consecuencias nefastas.

Nos detuvimos debajo de un par de pinos que crecían muy unidos a la orilla del camino y que nos ofrecían un resguardo ideal contra la fina lluvia mientras decidíamos qué hacer. El primer impulso que se nos ocurrió fue acampar por el resto del día y que mi carnal se curara sus heridas. Yenni y yo fuimos a explorar por el camino para ver si encontrábamos un punto en el paisaje en el cual plantar el campamento, desgraciadamente las opciones se limitaban a lugares abiertos y expuestos al viento y a la lluvia y cercanos al arroyo que serpenteaba junto al camino de terracería que seguíamos. Volvimos con los resultados de la búsqueda y le comunicamos a mi hermano la idea de plantarnos un centenar de metros más delante, cosa que no le convenció mucho en cuanto llegó al lugar. De pronto se le ocurrió la idea de hacer un poquito de trampa dadas las circunstancias y pedir a cualquier transporte que nos acercara a Guaguachique. Esa idea parecía la ideal dado que habíamos visto un constante tráfico de camiones de carga que iban y venían del aserradero llamado “El Cebollín” que queda muy cerca al poblado en cuestión. Ni bien habíamos quedado de acuerdo, comenzó a escucharse a lo lejos el motor de un vehículo entre las escarpadas paredes de roca que nos rodeaban. Al poco tiempo salió de entre los sinuosos recovecos del camino una camioneta que venía en nuestra dirección. Atiné a detenerla y explicarle nuestra situación. La persona en cuestión accedió de muy buena gana a dejarnos cerca del pueblo de Guaguachique, ya que iba a un poblado llamado Corereachi que quedaba de paso, así que ni tardos ni perezosos nos trepamos en la caja y avanzamos un gran tramo salvados de la lluvia y esperando que fuese la solución para que mi carnalín descansara un poco de las dolencias que lo venían agobiando. Pero eso sólo vendría a ser el principio de lo que se presentaría luego…
Continuará.