martes, enero 30, 2007

Bitácora de Excursión
Día 1
Parte 2

En cuanto pusimos un pie sobre el camino me comencé a dar cuenta de la magnitud de la empresa en la que nos habíamos embarcado pero tenía más que nada la adrenalina a todo lo que daba y la emoción de estar ya ahí. Aunque el peso de la mochila y el equipo en general ya estaba siendo probados in situ y la verdad estaban un poco pesados, no implicaba por lo menos para mi, una dificultad a priori. Mi preocupación desde el principio fue el clima, pensé por los reportes que nos habían llegado que iba a estar nevado todo el tiempo cosa por la cual íbamos muy preparados así que cuando nos bajamos del autobús, fue un tanto desconcertante que no fuese así, de hecho, había vestigios que nos indicaban que hacía por lo menos un par de días que había caído una nevada más o menos regular. Las montañas cercanas lucían una cresta blanca y en algunos puntos cercanos al nivel en el que estábamos se veían lunares blancos dispersos por el paisaje. Otra cosa que nos sacó de onda fue el cálculo de la distancia desde ese punto hacia Guagueyvo. En el Google Earth habíamos calculado por lo menos 70 Kms. (de ida y haciendo un cálculo bastante holgado) con la herramienta de regla. Para nuestro beneplácito y desconcierto, la distancia se reducía a nada más ni nada menos que 45 Km. Según una señalización que pudimos encontrar más adelante. En fin. Respiré un tanto aliviado por esa situación mientras daba grandes zancadas para alcanzar al contingente.
Un susto que me pegó mi carnal apenas comenzando la caminata fue una torcedura de pie que sufrió justo a unos cuantos cientos de metros de haber empezado. Mi hermanito fue a parar con toda su humanidad por el suelo y el saldo fue un pantalón para nieve rasgado, por fortuna su pie no sufrió un daño serio y pudo reincorporarse para seguir caminando. Gaby se comenzó a quejar del excesivo peso que iba cargando, pero viendo el tipo de mochila que había llevado para la excursión no me extrañaba nada, se trataba de una mochila de tipo militar que desgraciadamente no ofrecía ningún tipo de agarre extra ni se podía distribuir el peso a lo largo de la espalda, sino todo lo contrario, el peso se situaba horizontalmente y justo en las vértebras lumbares. A pesar de las indicaciones que les dimos eso fue a llevar, en fin.

Las 3:00 p.m. llegaron y pasábamos a través del pueblito de Samachique. Vimos cómo un autobús llegaba a un punto del camino y descargaba y recogía pasajeros, intuimos que se trataba de alguna línea que entraba al pueblito y se regresaba a Creel, ese iría a ser un importante factor para salir de ahí días más tarde.

Como en la zona serrana la puesta del sol se adelanta unos minutos dada la altura de las montañas y por el hecho de ser invierno, acordamos detenernos donde fuese necesario al punto de las 4:00 p.m. ya que nos daba tiempo suficiente para acondicionar y montar el campamento y de darse el caso, recoger leña para realizar una fogata y atenuar el intenso frío que ya se dejaría sentir. Mi hermanito fue el primero en soltar el bofe y comenzó a quejarse de un malestar en su pie izquierdo. Sospechó que se podía tratar de una ampolla por lo que tuvimos que adelantar un poco la instalación de las carpas. Necesitábamos alejarnos lo suficiente del pueblo, así que forzamos la resistencia de Juanito un poco para lograr ese objetivo, por fin encontramos un punto que nos pareció adecuado a la orilla del camino como a un kilómetro del pueblito y a varias decenas de metros del río que lo alimenta. Comenzamos rápidamente la instalación del campamento y en media hora ya teníamos la zona acondicionada y las dos carpas levantadas; habíamos recogido una cantidad considerable de leños caídos como para pasar la noche sin problemas, desgraciadamente muchos de los leños se encontraban húmedos pero de todas formas los utilizamos. Cuando el interior de las carpas se hubo acondicionado, los sleeping bags se pusieron y resguardamos el resto del equipo. En ese momento comenzó a caer un intenso frío húmedo y lo podíamos detectar por el excesivo vaho que lanzábamos al hablar o respirar.
Curiosamente el cielo comenzó a despejarse intermitentemente y pensamos que probablemente el siguiente día tendría mejor cara. Comenzó entonces a oscurecer y llegó el momento de acondicionar las hornillas de gas que llevábamos para preparar nuestra primer comida que consistió en una gratificante sopa instantánea calientita a la cual le agregamos trocitos de carne seca y galletas saladas, crema de pollo con champiñones y dadas las bajas temperaturas que ya se dejaban sentir, tomamos un chocolate caliente y de postre una barra de granola. ¡Todo un manjar para esa jornada! La plática discurrió acerca de la situación física en la que nos encontrábamos (“molido” fue el común denominador jejeje) y las impresiones de nuestro primer día. La sobremesa no duró mucho y nos apuramos para ir al interior de las tiendas ya que la temperatura se estaba volviendo insoportablemente fría en el exterior. Nos despedimos, y cada quien a su casita. La noche estuvo caracterizada por varios sonidos “extraños” que se magnificaban por la quietud de esos páramos. Llegamos a sentir que caminaban alrededor del campamento y en algunas ocasiones, escuchamos respiraciones cerca de las carpas. Sospechando que fuesen animales que estuvieran olisqueando la despensa que había dejado en una wet-bag en el lobbie de mi tienda, me asomé lámpara en mano para espantar a quien fuere el intruso, sólo para darme cuenta que no había ni animal, ni humano ni nada en el radio inmediato al campamento. La fogata ayudaba a crear un radio de luminosidad aceptable, por lo cual no pude detectar movimiento en las cercanías. Me quedé despierto un poco más para anotar en mi Palm análoga las impresiones del día y no quise averiguar más, allí fue donde comencé a sentir los músculos como si me hubiesen aporreado y un cansancio bastante acusado, así que me preparé para dormir lo cual disfruté como bebé. Con eso terminaba nuestro primer día en la zona, emocionados, cansados y listos para el siguiente.
Continuará…

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