Bitácora de Excursión
Día 5
Parte 2 y final.
Por un buen trecho no volvimos a divisar ningún obstáculo más, ya que se trataba de una alargada y no tan aguda pendiente, nuestra sorpresa fue descubrir que bajando al pie de esa loma, caminando un corto tramo de un pequeño valle, pasaba el río en una de sus partes donde el caudal de todos los aguajes y corrientes que provenían montaña arriba se le unían, formando un gran brazo de agua que atravesaba el camino y se perdía rugiente varios metros adelante. Poco podíamos hacer, si nos atrevíamos a cruzar el río, el nivel de la turbulenta y rápida agua nos llegaría por lo menos encima de nuestras rodillas (bueno, de las mías jejeje) y la verdad, nos sentíamos ya tan empapados que arriesgarnos a terminar de ensoparnos iba a repercutir de forma nefasta en nuestro organismo.
Encogiéndome de hombros le comenté a Yenni que ahí terminaba nuestro recorrido, habíamos hecho lo posible por llegar, pero todo parecía indicar que este obstáculo si era definitivamente insalvable. Eran las 2:20 p.m. y nuestras esperanzas parecían haberse agotado una a una. Yenni resopló algo así como que “aún falta esperar a que lleguen Juan Carlos y Gaby” así que la espera podía tornarse larga y probablemente no llegaríamos a tiempo para tomar el autobús. Ya que a esas alturas del partido, poco o nada podía hacer para remediar CUALQUIER situación, volví mi vista a todos lados para buscar sin éxito algún pertrecho natural en el cual guarecernos de la lluvia que ya comenzaba a arreciar y a calar hondo. Le indiqué a Yenni sentarnos en una gran roca al lado del camino y le ayudé a deshacerse de su mochila, yo hice lo propio mientras desempacaba una de las lonas que llevaba para efectos de preparar el terreno de la casa de campaña, para cuando la sacaba de mi mochila y me disponía a arreglar una improvisada techumbre, comenzamos a escuchar un par de motores en la lejanía.
Día 5
Parte 2 y final.
Por un buen trecho no volvimos a divisar ningún obstáculo más, ya que se trataba de una alargada y no tan aguda pendiente, nuestra sorpresa fue descubrir que bajando al pie de esa loma, caminando un corto tramo de un pequeño valle, pasaba el río en una de sus partes donde el caudal de todos los aguajes y corrientes que provenían montaña arriba se le unían, formando un gran brazo de agua que atravesaba el camino y se perdía rugiente varios metros adelante. Poco podíamos hacer, si nos atrevíamos a cruzar el río, el nivel de la turbulenta y rápida agua nos llegaría por lo menos encima de nuestras rodillas (bueno, de las mías jejeje) y la verdad, nos sentíamos ya tan empapados que arriesgarnos a terminar de ensoparnos iba a repercutir de forma nefasta en nuestro organismo.
Encogiéndome de hombros le comenté a Yenni que ahí terminaba nuestro recorrido, habíamos hecho lo posible por llegar, pero todo parecía indicar que este obstáculo si era definitivamente insalvable. Eran las 2:20 p.m. y nuestras esperanzas parecían haberse agotado una a una. Yenni resopló algo así como que “aún falta esperar a que lleguen Juan Carlos y Gaby” así que la espera podía tornarse larga y probablemente no llegaríamos a tiempo para tomar el autobús. Ya que a esas alturas del partido, poco o nada podía hacer para remediar CUALQUIER situación, volví mi vista a todos lados para buscar sin éxito algún pertrecho natural en el cual guarecernos de la lluvia que ya comenzaba a arreciar y a calar hondo. Le indiqué a Yenni sentarnos en una gran roca al lado del camino y le ayudé a deshacerse de su mochila, yo hice lo propio mientras desempacaba una de las lonas que llevaba para efectos de preparar el terreno de la casa de campaña, para cuando la sacaba de mi mochila y me disponía a arreglar una improvisada techumbre, comenzamos a escuchar un par de motores en la lejanía.
El sonido rebotaba en las paredes de roca de las montañas adyacentes, por lo que hacía difícil precisar si los vehículos iban o venían. Sólo teníamos descubierto el camino por donde habíamos llegado. En un par de minutos vimos con un enorme gusto cómo una pequeña camioneta seguida por un antiguo carrito tipo “Datsun” emergían de la colina para comenzar a andar el pequeño trecho de valle hasta donde nos encontrábamos, otra de las agradables sorpresas fue ver en la caja de la pick up dos figuras conocidas. Una de ellas golpeó el techo de la cabina para indicarle al conductor que se detuviera para que pudiéramos abordarlos. Así se hizo, rápidamente subí a Yenni, su mochila y la mía y con un torpe y enorme salto, logré llegar a bordo. Hasta ese momento pude respirar tranquilamente al tiempo que Juan Carlos y Gaby nos contaban sus peripecias por el camino. Ese fue otro de los momentos más felices del viaje, “¡Os lo juro!” jeje ;)
Haciendo un paréntesis. La verdad que viendo la manera en la cual conducen los serranos esos sinuosos caminos es digno de un profundo respeto. Ya que si bien vemos en los anuncios de camionetas NUEVAS cómo son sometidas a salvajes abusos, la pequeña “troka” en la que viajábamos, a pesar de ya haber visto sus más doradas épocas, tenía todos sus tornillos y fierros bien puestos para pasar los arroyos, curvas, lodazales y baches como si no le debiera nada a nadie. Lo realmente chistoso fue el datsuncito que nos seguía, ése parecía venir de un campo de concentración para automóviles y sin reparo alguno atravesaba el río a pesar de que el agua llegara a la altura de la mitad de sus portezuelas. Era todo un espectáculo. ¡Y yo quejándome porque me quiero comprar un 4x4 y no me alcanza ! ¡Chale!
Bien, después de un rato de plática, la risa que nos provocaba el pequeño tanque de guerra y los no tan escasos tumbos del camino, llegábamos a las afueras de Samachique, al momento se pudo percibir un colectivo suspiro de alivio ya que habíamos llegado con unos cuantos minutos de ventaja para tomar el autobús. La camioneta pronto hacía un giro en el camino y el conductor nos indicaba el rumbo a seguir, nosotros hicimos una señal para que nos dejara bajar y después de los agradecimientos, nuestros salvadores se alejaban perdiéndose en los caminos del pueblo. El punto en el que nos había dejado la camioneta era donde según nos habían informado los pobladores se detenía el autobús para subir al pasaje. Nos apostamos casi militarmente con la intención de no perdernos tal evento, así que tuvimos que aguantar otro par de minutos bajo la lluvia. Repentinamente y después de un rato de haber llegado, la lluvia cesaba pero dejaba en su lugar una gélida corriente de viento que cada vez que nos golpeaba parecía que nos torturaban con choques eléctricos. Debido a que nos comenzamos a enfriar y ya no caminábamos, nuestro cuerpo comenzó a sentir los efectos de la humedad y el frío real que imperaba en el lugar. Juan Carlos y yo decidimos ir a una tienda de abarrotes cercana a comprar algo que nos sirviera de reactivador de la moral, por lo que nos encaminamos a dicho comercio a comprar algunos manjares chatarra. Cuando volví, Gaby me advirtió que algo extraño le estaba pasando a Yenni.
Bien, después de un rato de plática, la risa que nos provocaba el pequeño tanque de guerra y los no tan escasos tumbos del camino, llegábamos a las afueras de Samachique, al momento se pudo percibir un colectivo suspiro de alivio ya que habíamos llegado con unos cuantos minutos de ventaja para tomar el autobús. La camioneta pronto hacía un giro en el camino y el conductor nos indicaba el rumbo a seguir, nosotros hicimos una señal para que nos dejara bajar y después de los agradecimientos, nuestros salvadores se alejaban perdiéndose en los caminos del pueblo. El punto en el que nos había dejado la camioneta era donde según nos habían informado los pobladores se detenía el autobús para subir al pasaje. Nos apostamos casi militarmente con la intención de no perdernos tal evento, así que tuvimos que aguantar otro par de minutos bajo la lluvia. Repentinamente y después de un rato de haber llegado, la lluvia cesaba pero dejaba en su lugar una gélida corriente de viento que cada vez que nos golpeaba parecía que nos torturaban con choques eléctricos. Debido a que nos comenzamos a enfriar y ya no caminábamos, nuestro cuerpo comenzó a sentir los efectos de la humedad y el frío real que imperaba en el lugar. Juan Carlos y yo decidimos ir a una tienda de abarrotes cercana a comprar algo que nos sirviera de reactivador de la moral, por lo que nos encaminamos a dicho comercio a comprar algunos manjares chatarra. Cuando volví, Gaby me advirtió que algo extraño le estaba pasando a Yenni.
Inmediatamente supe que no estaba bien, ya que tardó en reaccionar cuando le extendí su refrigerio. Le comencé a hacer preguntas y su capacidad de razonamiento estaba un tanto menguado. Me puse a temblar, milagrosamente el autobús había llegado en perfecta sincronía y sólo atiné a decirle a Yenni que lo abordara mientras pensaba en el plan de acción. Pronto todos estábamos en el interior del camión y comenzábamos el viaje hacia el poblado de Creel. Yenni argumentaba tener un sueño muy pesado, decía tener muy poca sensibilidad y control sobre sus manos y pies y no respondía adecuadamente a las preguntas más elementales que se le hacían. Rápidamente me deshice de su chamarra que estaba empapada. La sustituí por una par de mantas térmicas de emergencia y abrí un par de “costalitos de calor” poniéndoselo uno en su plexo y el otro lo frotaba en sus manos y brazos en tiempos regulares para ver si podía hacerle volver la movilidad y sensibilidad perdidas. Le recomendé que no dejara de mover los dedos de los pies aún cuando creyera que no los sentía y que realizara algunos ejercicios de movilidad. Poco a poco comenzó a reaccionar, y al punto en el cual llegabamos a Creel (tres horas después) su coherencia al hablar se hizo más patente, la movilidad y sensibilidad de su cuerpo alcanzó la normalidad, y al rato su carácter parlanchín volvió a sus niveles óptimos. ¡Vaya susto que pasamos! bendito sea Dios, el último del viaje. Una de las grandes ventajas que ayudó a la recuperación de la compañerita fue la temperatura interna del vehículo, ésta se percibía en un par de agradables grados más arriba que la intemperie.
Para cuando llegamos a Creel, otra obra de la providencia estaba lista, ya que el camión que nos regresaría a la ciudad estaba llegando a tiempo a la terminal y ni tardos ni perezosos nos trepamos en él. Era un autobús supermoderno que traía uno de los lujos más solicitados del día: La bendita calefacción. Ahora sí, controlado el asunto hipotérmico y ya más relajado el ambiente, me acurruqué en mi asiento, me tapé con una de las mantas de Yenni y me dispuse a disfrutar de un descanso emocional, físico y mental al cobijo y confort de un asiento reclinable. Por fortuna el camión no se llenó como esperábamos y pronto estábamos en la carretera. Mientras me despertaba a ratos, me daba cuenta que estaba cada vez más cerca el momento de estar en casita y disfrutar de los lujitos que proporciona la civilización jeje.
A eso de las once de la noche arribamos a la ciudad de Chihuahua con muchas ganas de concluir definitivamente el viaje. Al bajar nuestros equipajes, hacer el recuento de cachibaches y llamar a nuestros familiares, los h.h. miembros de la excursión nos despedimos y cada quien tomó el rumbo a su hogar. En lo personal, disfruté como en cámara lenta los momentos antes de entrar a mi habitación. La calefacción proporcionaba un clima muy placentero y todo cuanto observaba en mi casa parecía el final feliz de un cuento. En cuanto comencé a hacer un recuento de los daños, no me había percatado cuan mojado andaba hasta que me comencé a quitar toda la ropa. Camisetas, chamarra, chones, pantalón, calcetines, etc. Todo lo traía empapado, mi pregunta fue: ¿cómo logré que no me diera hipotermia, pulmonía o algo así? Después comencé a notar un dolor en mis hombros, un pequeño calambre en mi espalda, una leve torcedura en mi cuello y los típicos calambres musculares. La pregunta fue: ¿por qué demonios me duele toda mi sacrosanta humanidad ahora que tengo la oportunidad de descansar? Quizás la respuesta a ambas cuestiones se encuentre en la adrenalina y la fijación en mi mente de llegar con bien hasta nuestro destino final. Al tiempo que ya me había examinado, me regalé una deliciosa ducha para sacarme la capa de mugre que había acumulado durante cinco días (bueno, la que pudo huír de las toallitas húmedas jejejeje). Mi cuerpecito me lo agradeció, ya lo creo que si, jejejeje. Y bien, lo último que recuerdo haber hecho fue tomarle una fotografía a mis botas y postear la primera entrada que inaugura la reseña de este viaje. después de eso, recuerdo algunas escenas relacionadas con caer en cámara lenta hacia mi colchón y después dormir como si no hubiera futuro.
Bien, mi amable lector, Con esta entrada termina la reseña de nuestra accidentada aventura. Espero que les haya hecho pasar un rato agradable enterándose de lo que les pasó a este grupo de aventureros. Les recuerdo la reflexión con la cual comienzo a manera de introducción esta serie de reseñas pues funcionaría también como epílogo, espero que la lean.
Para cuando llegamos a Creel, otra obra de la providencia estaba lista, ya que el camión que nos regresaría a la ciudad estaba llegando a tiempo a la terminal y ni tardos ni perezosos nos trepamos en él. Era un autobús supermoderno que traía uno de los lujos más solicitados del día: La bendita calefacción. Ahora sí, controlado el asunto hipotérmico y ya más relajado el ambiente, me acurruqué en mi asiento, me tapé con una de las mantas de Yenni y me dispuse a disfrutar de un descanso emocional, físico y mental al cobijo y confort de un asiento reclinable. Por fortuna el camión no se llenó como esperábamos y pronto estábamos en la carretera. Mientras me despertaba a ratos, me daba cuenta que estaba cada vez más cerca el momento de estar en casita y disfrutar de los lujitos que proporciona la civilización jeje.
A eso de las once de la noche arribamos a la ciudad de Chihuahua con muchas ganas de concluir definitivamente el viaje. Al bajar nuestros equipajes, hacer el recuento de cachibaches y llamar a nuestros familiares, los h.h. miembros de la excursión nos despedimos y cada quien tomó el rumbo a su hogar. En lo personal, disfruté como en cámara lenta los momentos antes de entrar a mi habitación. La calefacción proporcionaba un clima muy placentero y todo cuanto observaba en mi casa parecía el final feliz de un cuento. En cuanto comencé a hacer un recuento de los daños, no me había percatado cuan mojado andaba hasta que me comencé a quitar toda la ropa. Camisetas, chamarra, chones, pantalón, calcetines, etc. Todo lo traía empapado, mi pregunta fue: ¿cómo logré que no me diera hipotermia, pulmonía o algo así? Después comencé a notar un dolor en mis hombros, un pequeño calambre en mi espalda, una leve torcedura en mi cuello y los típicos calambres musculares. La pregunta fue: ¿por qué demonios me duele toda mi sacrosanta humanidad ahora que tengo la oportunidad de descansar? Quizás la respuesta a ambas cuestiones se encuentre en la adrenalina y la fijación en mi mente de llegar con bien hasta nuestro destino final. Al tiempo que ya me había examinado, me regalé una deliciosa ducha para sacarme la capa de mugre que había acumulado durante cinco días (bueno, la que pudo huír de las toallitas húmedas jejejeje). Mi cuerpecito me lo agradeció, ya lo creo que si, jejejeje. Y bien, lo último que recuerdo haber hecho fue tomarle una fotografía a mis botas y postear la primera entrada que inaugura la reseña de este viaje. después de eso, recuerdo algunas escenas relacionadas con caer en cámara lenta hacia mi colchón y después dormir como si no hubiera futuro.
Bien, mi amable lector, Con esta entrada termina la reseña de nuestra accidentada aventura. Espero que les haya hecho pasar un rato agradable enterándose de lo que les pasó a este grupo de aventureros. Les recuerdo la reflexión con la cual comienzo a manera de introducción esta serie de reseñas pues funcionaría también como epílogo, espero que la lean.
No me queda más que agradecer la curiosidad que les hizo detenerse en este su blog y próximamente estaré posteando algunas otras técnicas de campismo, reseñas de gadgets, recomendaciones para quien guste del apasionante deporte del contacto con la naturaleza y otras tantas cosas que considere útiles e interesantes. Reitero mi profundo agradecimiento y les invito a que posteen su opinión en la barra de chat o en los comentarios de las entradas. Deseo de todo corazón que tengan buena jornada.
Les mando un fraternal abrazo
Garrison
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